Entonces, llegaron los versos…
Una semana da mucho para pensar. Aunque no suceda nada nuevo. De Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección, al compás de los tambores, he rememorado los versos de mi querido poeta León Felipe, conocedor de las viejas, rancias y adustas maneras que tiene España de no dejarnos caer en la tentación de ser libres.
Un país no puede disfrutar de libertad, cuando el estamento eclesiástico es el catalizador de las emociones, sentimientos y valores de sus ciudadanos, canjeando cultura por actos de fe como si todos los individuos, estuvieran moldeados por el mismo dogma. Esa impronta, esa marca registrada por la Iglesia Católica, y homologada por el gobierno, monopoliza nuestro calendario de tal manera, que no hay fiesta de guardar sin santo que celebrar. Desde nuestra más tierna o dura infancia, se nos obliga a ser receptivos a los preceptos, aprenderlos, aprehenderlos y a reaccionar de forma estereotipada frente al modelo diseñado.
Entonces, comienza el cuento…
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
La libertad es la única fuerza capaz de sacar al miedo de su letargo. Es siendo libres como aprendemos a desarrollar los mecanismos necesarios para afrontar la vida. Los dogmas de fe de la Iglesia Católica, lejos de apaciguar el miedo, conducen a nuestras capacidades de conocimiento a una oscura caverna donde las sombras, suplantan realidades que necesitan preguntas en vez de respuestas. Miedo, al miedo de no ser libres, para descubrir el mundo.
Entonces, comienza el sueño…
Una vez terminada la Semana Santa, llega de nuevo León Felipe con sus versos. Las calles vuelven a ser las que eran. Los balcones, libres de insignias, respiran el alegre y humilde olor de las plantas que florecen al cuidado de unas manos amorosas. Ya no se ven encapuchados arrastrando los pies en señal de penitencia, tal y como ordena su cofradía. Ya no hay capuzas que oculten la hermosura de su rostro. El rostro, ese mapa del tiempo, marcado por el devenir claroscuro de la existencia.
Voy a contar mi sueño
Es un sueño sin lazos,
sin espejos,
sin anillos
sin redes,
sin trampas y sin miedos.
Carmen Sampedro
Linares abril 2015
Imagen: pajaritas de papel via photopin (license)
Toda la razón, Carmen. Me he sentido completamente identificado con el texto, que además rebosa belleza y ese mimo a la palabra que tanto te caracteriza. Los versos de León Felipe complementan a la perfección tu reflexión. Algunas personas nos sentimos desplazadas en esas fechas y nos adentramos en una espiral de recogimiento y reafirmación de nuestro propio yo. No queda otro consuelo que esperar pacientemente para poder volver a sentir el pulso de la calle como una entidad global y colectiva para cualquier tipo de sensibilidades o creencias.
Muchas gracias por tus amables palabras, querido Carlos…