Pasó un ángel…
Pasó,
sin darme cuenta,
como un sueño
en el trigo.
Y yo
habité la calma,
sobre ánforas de aceite
y esteras de cilantro…
Pasó,
como alborada indecente,
destocada,
besando las hojas de acanto
de la acrótera esmaltada
de mis labios…
La nube
espesa y enmarañada
de su vientre
serpenteó mi espalda,
deteniéndose
precisa,
en el vértice orgásmico
de un suspiro,
profundo…
El dedo de su avidez
fue dibujando un lamento,
una queja,
un abrazo…
y más tarde nombramos
todas
y cada una
de las flores del jardín,
en un orfeón
de rimas
entrelazadas…
Pasó
el Ave del Paraíso,
con su extravagante plumaje,
tocando
en cada acceso
de los sentidos…
y fue dejando
su perfume en el dintel,
de cada poro sorprendido de mi cuerpo;
como un recuerdo,
una invocación,
un regalo…
Tomé,
un fleco de plumas
del alféizar
de la ventana azul desvencijada,
que jamás cerró bien…
y olí profundo,
con los ojos velados,
hasta adquirir la certeza de que,
sólo…
¡Únicamente…
pudo ser un ángel!
Serán veintitrés
cuando llegue enero,
las ocasiones que habré podado
los rosales,
desde aquel día…
Transcurrido el tiempo,
ya no alcanzo a desvelar su rostro…,
-pero no así
el instante-.
De cuando en cuando
agito la gastada y deslucida caja,
de las esquelas,
y desanudo el lazo
de la primera vez;
atento,
por si se desprendiera
alguna pluma,
de aquellas…
que nunca se olvidan…
Poema de Enrique Valdivia Ocón
Recitado por Enrique J. Valdivia y Carmen Sampedro
Edición de vídeo: Abraham Redondo
Linares, noviembre 2015