La noche afila sus garras…
Al salir del cine de verano todo mi cuerpo era un glaciar de miedo.
Accedí a casa por la puerta del corral sorteando el crujir de ramas que bajo una luna tenebrosa, parecían huesos pidiendo sepultura o sombras deformes de crisantemos adormecidos.
De repente, unas espantosas garras se clavaron en mi hombro, paralizando los músculos de mi cuerpo hasta entrar en letargo.
Un viento ligero socorre mi razón y con la ira de quien asiste al último instante de vida, giré mi cabeza bruscamente hacia el monstruo.
Unos pinchos de alcacil se habían enganchado en los hilos de mi rebeca.
Carmen Sampedro
Linares, julio 2017
Pintura de Remedios Varo