Salmodia…
Dios calla en la noche del hombre
cierra las puertas al grito
quiebra el camino
cuando los ojos arden
por volver a la casa del padre
y abrazar una a una
las cenizas
que un día temblaban
como estrellas…(dulces lamparillas
que prendían nuestros nombres…)
y las manos
entrelazaban
con hilos de trigo
el fraterno lienzo de la evocación.
Volver a la casa del padre
y enardecer todo el olvido
que cabe en la niebla.
Gélida noche huérfana de luz…
Dios calla…
Dios calla en las puertas del Edén.
El paraíso ha cedido a la herrumbre
y el arpa peina sus cuerdas
de alpaca…
la manzana es un espejo
donde la aciaga muerte desvela
su gesta
de pan oxidado, enmohecido,
el pan nuestro,
súplica de la tierra.
Dios calla…
El paraíso ha cedido a la espada.
Velan salmodias
las espigas
en el asfalto de la impiedad.
Sumido en la caverna del llanto
el hombre,
grita el camino de vuelta
y Dios,
permanece callado.
Carmen Sampedro
Linares, junio 2016
Sencillamente espléndido. Y desgarrador. Ante poemas como este, sobran palabras y faltan lecturas. La profundidad y el lirismo de Salmodia son indescriptibles. «Dios calla en la noche del hombre» es un verso poderoso y fascinante, pero el resto de la obra no cesa por un momento de transmitir la desesperanza de una forma igualmente arrebatadora. El ritmo no decae, las imágenes se suceden una tras otra hasta envolvernos completamente en su atmósfera triste a la par que sublime. Puro vuelo poético con un plumaje cautivador que induce a la reflexión más lúcida.